

En la pirámide de Snofru esperaban los integrantes del grupo de arqueólogos, nueve jóvenes excitados y anhelantes, que vieron llegar exactamente a las 13.00 horas a los aviones. Uno de los Hércules, que había sido habilitado como hospital, debía recoger a esos hombres para llevarlos de regreso a Israel. La segunda orden era establecer un perímetro de defensa alrededor de la pirámide. El camión rodó fuera del vientre enorme del hipopótamo y se dirigió a la caverna. Ya los comandos se encontraban emplazando los cables y ganchos que debían mover la nave extraterrestre hacia su nuevo asentamiento sobre la plataforma. Fue entonces cuando llegó un contingente de egipcios. Evidentemente, los aviones habían sido localizados mediante el radar. Los soldados egipcios saltaron de sus vehículos y establecieron un frente de batalla a cierta distancia. Los israelíes, por su parte, enfilaron los morteros y armas ligeras hacia el los. Luego de diez minutos de enconado combate, los egipcios se retiraron con fuertes bajas. Pero un nuevo contingente, mucho más poderoso, se acercaba a toda velocidad. Mientras tanto, se trabajaba febrilmente en los ajustes del OVNI sobre la plataforma. La lucha estalló de nuevo. Los morteros israelíes levantaban cataratas de arena entre las fuerzas egipcias, y los cañones antitanques se cebaban en los vehículos que no esperaban semejante recepción de sangre y fuego. La puntería de los israelíes y la calidad de sus armas, frustraron todo intento egipcio por rodearlos. El OVNI ya estaba sobre el gigantesco camión. Los jeeps fueron colocados en torno al vehículo, enarbolando sus ametralladoras calibre cincuenta, enfriadas por agua. También los F4 ayudaban en tanto a la labor destructora de las fuerzas de tierra israelíes, arrasando con cohetes el campo de batalla. Terminada su tarea los aviones se pusieron en movimiento. Cada uno requería de muy poco espacio para despegar. Y así lo hicieron, bajo una verdadera lluvia de balas procedentes de los egipcios. Tres comandos fueron heridos, mientras se ultimaban los preparativos de la partida del camión con la nave espacial a cuestas. Once más habían muerto. Los egipcios, con base en su superioridad numérica, avanzaban paso a paso, aunque carecían de artillería y muchos yacían muertos o desangrándose sobre las arenas del desierto. Con quince minutos de atraso sobre el plan establecido, los israelíes decidieron partir y el camión comenzó a rodar pesadamente sobre la arena. En cualquier momento podían aparecer los aviones de caza egipcios sobre sus cabezas...
Ios jeeps avanzaban por delante y dos atrás, para proteger la carga que ya había costado varias vidas. Los vehículos egipcios habían sido inutilizados por la aviación israelí y por lo tanto éstos no podían perseguir a los comandos, por lo menos en la primera parte de la jornada. Mientras el convoy rodaba y cruzaba el Nilo, se informó que los F4 habían sostenido una cruenta batalla aérea con los Migs egipcios. Una llamada de alerta de radio fue enviada al Cairo. Pero las tropas enviadas para interceptar a los comandos no pudieron llegar a tiempo tal como lo había planeado Israel. Sin embargo, continuaron presionando a los invasores a través del Sinaí. En un momento, la lucha se hizo tan fuerte, que fue necesario detener el convoy y hacer frente al enemigo. Esta batalla, que se llevó a cabo a las 3 p. m., terminó con otros diez comandos muertos y un jeep completamente destrozado. La persecución comenzó de nuevo y siguió durante toda la noche. Al amanecer, quedaban aún 800 kilómetros de desierto inmisericorde por recorrer y el combustible se acababa. También los aviones F4 habían tenido que regresar a sus bases a cargar gasolina. Fue entonces cuando el Hércules número cinco entró en acción, aterrizando en las cercanías y dotando al convoy de gasolina, aceite y mantenimiento. los heridos fueron también transportados al avión. Finalmente cruzaron la frontera israelí, los egipcios les siguieron la huella paso a paso, y cada enfrentamiento significó muerte y sangre por ambas partes. La nave espacial, preciosa carga, centro de toda la acción, sirvió muchas veces de refugio a los combatientes para disparar sus armas o para morir...
¿Valía la pena haber derramado tanta sangre, haber provocado una situación internacional extremadamente delicada, para apoderarse del misterioso objeto que reposaba bajo la pirámide?... Los israelíes sostienen que sí. Pese a que se guarda un estricto secreto en cuanto a las armas allí encontradas, según se supo después son de extraordinaria potencia, pero que algunas aún permanecen en el misterio ya que los expertos balísticos no saben ponerlas en funcionamiento.
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