EL DESTIERRO
Los envidiosos de la fama del campeador acudieron al rey quejándose de que Rodrigo hubiese quebrantado las treguas con Al-mamun.El rey Alfonso VI vio por fin llegado el momento de castigar la insolencia de Rodrigo Díaz cuando el leones fue a tomar posesión del reino de Castilla, ya fuese por la jura en santa Gadea, o por otra humillación, si no fuera esta. Mando, pues, al Cid saliese desterrado de sus reinos en el término de nueve días.El Cid no quiso replicar; confió su mujer, Dª Jimena, y sus hijos al abad del monasterio de san Pedro de Cardeñas, y salio de Castilla al frente de lucida hueste.No podía ser más brillante la hueste que acaudillaba el campeador: iba con el Minaya, Alvar Fañez, Martín Antolinez, Munio Gustios y Félix Muñoz, sobrino del Cid.Paso por los matorrales de Espinar de Can, al sudoeste del Arlazon, san Esteban de Gormaz, Ayllón, Alcubilla del Marques; siguió por la calzada de Quinea; cruzo el Duero por un puente de madera y descanso en la Figueruela.Trescientos caballeros, con pendones en sus lanzas, le seguían, a parte de las compañías de peones. Rápidamente se apodero de Castejon de Henares, Hita, Guadalajara, Alcalá, entrando y recogiendo cuantisimo botín, cuya quinta parte envió al rey Alfonso, además de treinta caballos, llevados por treinta moros cautivos.Cruzaron luego por la Alcarria y entraron en Toranzo, Ariza, Cetina, Alhama, Calatayud, Bobierca, Ateca, Alcocer, en cuyo castillo se fortifico. Cada día aumentaba más la hueste, a la voz de las ricas presas que hacia el campeador. Doscientos caballeros castellanos y peones sin cuento se incorporaron a sus banderas, hallándose en Alcañiz. Siempre invicto, se corrió entonces hacia el Pirineo hasta Huesca y el puerto de Alucant, invadiendo las tierras puestas bajo la protección del conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, que juro había de tomar venganza. Diose la batalla en Tebar del pinar, y cayo prisionero el conde, a quien el castellano puso luego en libertad, pero no tardo en recrudecer la guerra.Así transcurrieron algunos años, en continuos triunfos; a todos imponía parias, incluso al rey de Zaragoza, Al-mustamin, y al sucesor de este, Al-mostain.Hallabase el Cid en Calamocha, cuando se le presento una embajada del rey de Valencia para que acudiese en su socorro (1088). Reinaba allí aquel Al-cadir, a quien Alfonso VI había arrojado de Toledo.El motivo de implorar Al-cadir el auxilio del Cid era por haberle declarado la guerra al señor de Denia, que lo era también de Játiva y de Tortosa, teniéndole cercado en Valencia con auxilio de los francos, ósea el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II.Una conjura, dirigida por Ahmed-ben-gehaf, para asesinarle no se hallaba a la sazón el Cid en Valencia y aprovechándose en tal ocasión los descontentos invadieron el palacio y mataron a AL-cadir, construyéndose luego la ciudad en republica, bajo la presidencia del citado Ahmed-ben-gehaf (1092).El Cid, como no es menester decir, no pudo entrar de nuevo en Valencia, reforzada ya por los almorávides, pero no se alejo de allí, resuelto esta vez a conquistarla para el rey Alfonso.El sitio fue largo, hasta que reducidos los sitiados a extrema necesidad por falta de vituallas tuvieron que entregarse en (1092).El Cid, dueño ya absoluto de Valencia, dice Druy, no pensó mas que en castigar cruelmente a quien le había disputado tan largo tiempo la posesión de la ciudad y , con efecto, resolvió quemándole vivo mandando abrir una fosa, a cuyo alrededor hizo amontonar muchos troncos de leña. Ahmed-ben-gehaf fue arrojado a esta fosa.El Cid quiso quemar a la mujer, hijos, parientes y esclavos.
viernes, 15 de febrero de 2008
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